Hermana Argenta: El alma ardiente
Las terribles pisadas de los gigantescos Titanes, los gritos de las cápsulas de desembarco que entran en la atmósfera... sonidos que hacen vibrar el corazón de los herejes. También lo hace la oración: la oración sagrada de batalla del Adepta Sororitas. También conocidas como las Hermanas de Batalla, estas mujeres feroces y devotas son la rama militar de la Eclesiarquía, la iglesia estado del Imperium de la Humanidad.
La Hermana Argenta fue huérfana de unos oficiales de la Guardia Imperial y recibió un duro entrenamiento en la Schola Progenium: el crisol de la élite militar Imperial. De aquel calvario al que llamaron entrenamiento solo quedó vivo un recuerdo... o quizás solo un sueño. En esta visión, la chica vio cascos de nave grises y campamentos militares sucios, trincheras frías y húmedas, gente sin rostro con uniformes del Astra Militarum, el rugido del contraataque, el grito desgarrador de su madre en crescendo, roto solo por un silencio ominoso... y el Aquila dorada yaciendo entre las cenizas, aún impecable y ajena al entorno lúgubre y desolador de su alrededor. El símbolo del Dios Emperador de la Humanidad.
En algún lugar de los maliciosos océanos de la disformidad, el Emperador se estaba enfrentando a los Poderes Ruinosos del Caos. Para la joven huérfana, el Emperador se convirtió en una constante semántica, en un objeto de adoración, en un modelo de conducta impecable y en la razón por la que había sobrevivido el infierno. La joven demostró su valía una y otra vez en la Schola y ascendió en las filas de las Adepta Sororitas, guiada por aquel símbolo brillante y segura de que había sido escogida para un gran propósito que aún estaba por descubrir. Su nombre de nacimiento quedó en el olvido y pasó a llamarse Argenta, como una santa local a la que se venera en el Sector Calixis y la Extensión de Koronus. Su largo y tortuoso camino la llevó hasta Paso, donde se unió a una misión de su orden, encargada de custodiar un relicario sagrado.
Parece que Argenta vive por y para un propósito: lograr la perfección propia de los guerreros más fieles del Emperador. Es imparable y audaz... demasiado audaz, en ocasiones. Su templo es el campo de batalla y hace de las balas de su bólter su oración más ferviente. Cuando se lanza a la batalla, las mamparas de la nave reverberan con la pasión de sus oraciones y sus aliados sienten la oleada de poder.
Pero ¿qué llevó a la joven hermana a alejarse de sus obligaciones como guardiana del relicario? ¿Fue una epifanía o una pérdida en la fe? A día de hoy, sigue siendo un secreto bien guardado...