Naturaleza de los Aeldari
"Nunca hagas una pregunta a los eldar, pues recibirás tres respuestas, y las tres serán verdaderas y aterradoras".
Inquisidor Czevak
Desde el mismo día en que comenzó la exploración del espacio, la humanidad ha encontrado distintas especies alienígenas, o xenos, como las llama el Imperium. Aunque al principio hubo algunos intentos de establecer contacto pacífico con una miríada de alienígenas, todos ellos acabaron desencadenando un conflicto sangriento y milenario.
La única excepción corresponde a ciertas facciones de los Aeldari. A pesar de que en términos generales la humanidad suele entrar en conflicto con ellos, se han dado breves pactos entre ambas especies para su mutuo beneficio.
Los Aeldari cuentan con una tecnología avanzada y capacidades psíquicas. Su imperio cayó hace mucho y sus descendientes, con sus números dispersos y en declive, solo luchan por su supervivencia. Los Aeldari de mundos astronave se conocen como asuryani, y los habitantes de la galaxia tienen buenos motivos para temerlos.
Para entender a los Aeldari, lo primero es comprender su naturaleza veleidosa. Físicamente, son similares a los humanos, pero las semejanzas son solo superficiales: sus mentes y almas son verdaderamente alienígenas. Los Aeldari son más altos que los hombres, de extremidades alargadas y esbeltas y rasgos bellos e impactantes. Su piel es pálida e inmaculada, como el mármol pulido, a pesar de la sorprendente fuerza y agilidad que oculta. Cuentan con orejas puntiagudas de oído fino y ojos rasgados y penetrantes, más similares a los de un gato salvaje que a los de un humano. La diferencia más esencial se hace patente cuando se mueven, pues desprenden una gracia y elegancia inhumanas. Esto es especialmente evidente al observar la delicadeza serpenteante con la que luchan y la destreza con la que blanden sus armas. Cada gesto está cargado de una intención sutil, y sus reflejos son inigualables. Un gesto vago y casual puede culminar en una estocada perfecta, de ser necesario. Al examinar sus cuerpos con detalle, todos los aspectos de la fisiología Aeldari demuestra su origen alienígena. Sus corazones laten el doble de rápido que los humanos y sus mentes consideran las posibilidades y procesan las emociones tan rápido que los mayores genios de la humanidad parecen torpes en comparación. Incluso sus vidas son más largas: los Aeldari disfrutan de una existencia de ricas sensaciones y maravillas durante milenios, libres de enfermedades y vejez.
Además de estas ventajas físicas, cada miembro de su raza es también psíquico en mayor o menor medida: se dice que los antiguos Aeldari podían leer la mente con una mirada, y que aquellos que entrenaban sus mentes para la guerra podían aplastar las armas del enemigo entrecerrando los ojos. Incluso la compleja tecnología de los mundos astronave está basada en la ingeniería psíquica; la creación y manipulación de la materia a partir de las energías mentales. Sin embargo, este poder tiene un precio.
La Caída
En el apogeo de su civilización, nada escapaba al alcance de los Aeldari y nada estaba prohibido. La raza antigua continuó con su gloriosa existencia, ignorante o reacia a aceptar el oscuro destino que la aguardaba. Manipulaban las estrellas a voluntad, disfrutando de las maravillas de la galaxia y perdiéndose en las infinitas sensaciones que les ofrecía. Su maestría tecnológica era tal que creaban mundos dedicados exclusivamente al placer, y las estrellas vivían y morían según sus caprichos.
El catalizador que llevó la ruina a los Aeldari nació en las profundidades de su psique colectiva; la necesidad de alimentar sus pasiones y disfrutar de todos los extremos. Su civilización había superado la necesidad del trabajo y la agricultura manual. La sociedad proporcionaba todo lo necesario sin ningún esfuerzo personal, dejando a los Aeldari siglos para satisfacer cada uno de sus deseos. Su curiosidad insaciable llevó a muchos a seguir sus impulsos más hedonistas. Aparecieron cultos exóticos por los dominios Aeldari que eclipsaron los nobles propósitos de eras pasadas.
Los actos de los cultos al placer comenzaron a expandirse y se convirtieron en una adicción para toda la especie. Los Aeldari de cada rincón de su imperio se regocijaban en sus impulsos más antinaturales por puro libertinaje. Al tiempo que los cultos ganaban poder en la sociedad, comenzaron las divisiones entre los Aeldari. Algunos se marcharon para fundar mundos colonia en las fronteras del imperio; ahora se les conoce como exoditas. Mientras la civilización continuaba su descenso hacia la anarquía, otros se arrepintieron y huyeron al espacio profundo en naves-mundo que llamaron mundos astronave: los asuryani. La mayoría de los Aeldari, no obstante, siguieron colmándose de todo tipo de depravaciones.
Con la consolidación de la corrupción moral de los Aeldari, los ecos del éxtasis y la agonía comenzaron a reverberar por el tiempo y el espacio. En la dimensión paralela de la disformidad, los reflejos de estas intensas experiencias comenzaron a unirse, pues las mareas cambiantes del empíreo se manifiestan en torno a las emociones fuertes. Poco a poco, en silencio, un nuevo dios del exceso acumuló poder en las profundidades de la disformidad.
Sin saberlo, los Aeldari criaron un ser espantoso y repugnante en la disformidad: una sombra oscura de su propia naturaleza, de aquello en lo que se habían convertido, de nobleza y orgullo abandonados en la búsqueda de la perversidad y la impudicia. Los mundos ardían mientras los Aeldari mataban y reían y se daban un festín con los cadáveres de sus víctimas. Muy tarde, los Aeldari comprendieron que habían creado un dios en su propia imagen, un dios que se había vuelto inmenso y poderoso al nutrirse de los oscuros impulsos del espíritu Aeldari. Jamás se ha concebido una criatura más terrible y perversa que el dios del Caos Slaanesh. Es un nombre que los Aeldari nunca osan pronunciar, y en su lugar susurran sobre Sai’lanthresh, que se puede traducir como "La Sedienta".
Cuando Slaanesh por fin adquirió consciencia divina, no hubo ni un solo Aeldari que no sintiera sus garras en su alma. Slaanesh dio comienzo a su vida sobrenatural con un rugido; una implosión psíquica que abrió un agujero en el universo. Billones de Aeldari gritaron y cayeron muertos. En un instante, la resplandeciente civilización Aeldari, con sus eones de historia, perdió el corazón, dejando en su lugar la placenta palpitante del más puro caos. Los espíritus de los Aeldari abandonaron sus cuerpos cuando su creación blasfema tomó su primer aliento infernal y los devoró. Ebrio de su esencia, Slaanesh rio y observó el universo suculento ahora a su alcance.
La vida de los asuryani
Desde la Caída, los Aeldari que huyeron a los mundos astronave se resisten a su fin inevitable. Las batallas que han librado por la supervivencia han sido numerosas y brutales, pero su lucha más importante es espiritual, pues la naturaleza de su psique es fundamentalmente la misma. Al igual que antes, los Aeldari están predispuestos a las emociones extremas. Para asegurar que no caen en la tentación, la filosofía conocida como Ai’elethra, o la Senda, gobierna cada aspecto de la vida en los mundos astronave, lo que permite a los asuryani dirigir su intensidad emocional e intelectual con seguridad, sin ponerse en peligro.
Cuando llegan a la edad adulta, todos los asuryani eligen una disciplina que deben dominar, ignorando para ello todo lo demás. Cada disciplina es una Senda en sí misma, y cada Senda puede requerir más decisiones y especializaciones. Es una concentración de esfuerzo que abarca todos los aspectos de la vida del devoto. Cuando un asuryani ha recorrido una Senda durante el tiempo suficiente, puede escoger otra, y después otra más. A pesar de abandonar su Senda anterior al hacerlo, la experiencia enriquece su alma.
Hay un sinfín de Sendas abiertas a la exploración de los Aeldari, desde la sencilla Senda del Artesano a la extraña y arriesgada Senda del Vidente. Cada una ofrece a sus seguidores un estilo de vida totalmente distinto. Los asuryani que dominan las Sendas menos esotéricas cuentan con el mismo respeto que los demás: al fin y al cabo, son los artesanos quienes fabrican los mundos astronave y su contenido, creando obras maestras con el cuidado con el que un músico trata a su arpa o un guerrero a su espada. De estas Sendas "civiles" es de donde se reclutan las milicias de guardianes en tiempos de necesidad, ya que los Aeldari son tan pocos que todos deben estar preparados para luchar.
Senda del Proscrito
En ocasiones, la rigidez de la sociedad de los mundos astronave resulta intolerable para un asuryani. En esos casos, tienen la opción de abandonar su nave-mundo para recorrer la Senda del Proscrito.
Hay muchos tipos de proscritos, cada uno con un nivel de distanciamiento de los suyos. Algunos habitantes de mundos astronave solo ansían el paisaje virgen del espacio abierto, y toman los caminos menos explorados hasta saciar su ansia de descubrimiento. La mayoría de ellos acaba volviendo a casa para tomar una nueva Senda y reunirse con su gente, trayendo consigo tesoros alienígenas e historias de nuevos mundos, hallazgos maravillosos y batallas en las fronteras de la galaxia.
Los proscritos pueden convertirse en corsarios, piratas Aeldari. Son irascibles e impredecibles, tan predispuestos a la magnanimidad como a la masacre indiscriminada, y muchas de sus flotas se han ganado la infamia.
Solo unos pocos oyen en sus sueños la risa de Cegorach, el Dios que Ríe, y se unen a las enigmáticas compañías de arlequines que viajan entre los dominios de su dispersa especie como artistas y mensajeros.
Aquellos que deciden seguir sirviendo a su gente se llaman exploradores. Son batidores sin parangón y expertos tiradores. Estos Aeldari adoptan una vida nómada, libre de las limitaciones de sus naves-mundo. A pesar de ello, la mayoría permanece leal a los suyos y a sus tradiciones y suelen aceptar misiones de sus superiores.
Muchos de ellos mueren solos y olvidados. Algunos pierden su moral y acaban consumidos por sus pasiones oscuras, mientras que otros logran poner fin a su afán de descubrimiento y volver a su mundo astronave. Investigan planetas alienígenas, buscan portales perdidos de la Telaraña, exploran mundos vírgenes recién encontrados y dan caza a quienes amenazan a su mundo astronave. Su mayor deber, no obstante, es el de la vigilancia: observar a los enemigos en potencia e informar al mundo astronave sobre cualquier posible peligro.
Los Aeldari son seres complejos y misteriosos, y estamos deseando presentaros a uno de ellos: una exploradora solitaria que podría acompañarte en tus aventuras.