La encarnación del mal
Los Drukhari y su sociedad
“Los Drukhari consideran al resto de razas de la galaxia como poco más que ganado, animales que pueden domesticar sacrificar a su antojo. Sin embargo, no se alimentan de la carne y los músculos de este ganado, sino de la angustia y la desesperación de los débiles”.
— Czevak, Señor Inquisidor
Los Drukhari se alimentan del sufrimiento ajeno y son la rama más tenebrosa de los Aeldari, una raza ancestral pero tecnológicamente avanzada. Sus antepasados gobernaban las estrellas mucho antes de que la humanidad saliera de Terra. Durante milenos, el hastío de sus largas vidas les indujo a cometer atrocidades cada vez más violentas y depravadas. Ahora, desde la pesadillesca ciudad de Commorragh que anida en el centro de la Telaraña, los Drukhari lanzan incursiones contra los mundos de la realidad para sustentar sus marchitas almas con la masacre y llevarse a víctimas aterradas a sus macabras cámaras de tortura.
Commorragh, llamada la Ciudad Siniestra por muchos entre susurros, se encuentra en el corazón de la Telaraña. Comparar Commorragh con la mayor megalópolis de la realidad es como comparar los más altos montes con simples termiteros. Si se pudieran medir sus dimensiones por medios convencionales, se considerarían imposibles los resultados. Tiene más habitantes que muchos sistemas estelares. Aunque la llaman una ciudad, Comorragh es más bien una serie de reinos satélite conectados por infinidad de portales y senderos ocultos, una colección de nodos remotos que se extienden por las arterias de la Telaraña como un virus maligno. Si bien dentro de ese laberinto, es posible cubrir las inmensas distancias entre sub-reinos con un solo paso, en realidad sus núcleos más poblados están dispersos por toda la galaxia, llegando a estar separados por miles de años luz.
La Ciudad Siniestra es un reino contenido en sí mismo, aislado de las miradas de fuera de la Telaraña, pero los Drukhari necesitan enviar a sus guerreros constantemente a campañas de masacre. Solo mediante incursiones masivas por toda la galaxia pueden saciar su sed de sufrimiento y hacerse con los prisioneros que necesita Commorragh.
Para los sádicos Drukhari, el dulce fruto del terror es tan placentero como la caricia de una hoja afilada atravesando carne blanda. Se deleitan en quebrantar los cuerpos de sus cautivos, pero valoran aún más la posibilidad de quebrantar sus espíritus, pues nada hay más gratificante para los moradores de la Ciudad Siniestra que el dominio total de quienes se resisten a ellos. Degustan cada matiz apesadumbrado de sus cautivos hasta que gimotean suplicando la muerte. Es una merced que los Drukhari conceden, pero solo de forma tortuosamente lenta.
Los guerreros Drukhari son altos y esbeltos sin excepción. Su piel de alabastro es casi cadavérica, pues su reino de sombras carece de luz solar real. Sus cuerpos de atleta están marcado por musculatura fibrosa, ejercitada y aumentada hasta superar incluso a sus primos de los mundos astronave, los Asuryani, ya que los guerreros de Commorragh valoran la maestría marcial. Sin embargo, toda esta belleza es puramente superficial. Al contemplar a los Drukhari con la visión bruja, se revela su naturaleza monstruosa y repugnante, su sed eterna de la angustia ajena para llenar el vacío de su interior.
Kábalas
"¿Crees que puedes desafiarme, escoria humana? ¿A mí, la perdición de los imperios, el padre del dolor? Bien, déjame que te enseñe... Después de todo, necesito una nueva mascota...".
Arconte K'Shaic, Kábala del Filo del Loto
En una sociedad tan traicionera como la de los Drukhari, un solo individuo ambicioso no tarda en crearse enemigos. Poco después, el solitario descubre la sensación de una daga en la garganta o experimenta un veneno abrasador en sus venas. Solo los que se asocian con una Kábala gozan de un mínimo de seguridad. Dicen que la unión hace la fuerza, y eso es cierto incluso en el ocaso perpetuo de la Ciudad Siniestra. Matar a un Kabalista es declarar la guerra a su Kábala entera. Independientemente de su estatus, secta o especie, pocos en Commorragh están dispuestos a buscarse enemigos así sin un buen motivo y los pocos que lo hacen necesitan amigos poderosos para protegerse de la inevitable represalia.
La competición por convertirse en Kabalista es encarnizada a más no poder, a pesar de los diversos y brutales ritos a los que someten a los aspirantes. La constante llegada de nuevos aspirantes dota a las Kábalas de una especie de inmortalidad. Cada una tiene poder suficiente para expresar su insatisfacción de forma muy evidente si se siente amenazada o insultada.
Cultos de Brujas
"Aquí estoy, orgullosa sobre el campo de batalla, esperando a cualquiera que ose desafiarme. ¿Oyes los gritos de tus camaradas moribundos a través de las paredes? Sus gemidos son una belleza que me acompañará cuando abandone este lugar".
Reethia Bleek, Súcubo
Commorragh se encuentra en un equilibrio muy delicado pero bien establecido. Sus habitantes se apuñalarían por la espalda con mucho gusto entre ellos solo para ver la reacción de la víctima, ya que la angustia ajena es el único sustento restante para las marchitas almas de los Drukhari. Pero si los Arcontes que gobiernan la Ciudad Siniestra dejaran que la sed de sangre innata de su pueblo se descontrolara, le seguiría una guerra civil catastrófica.
A raíz de la constante necesidad de sensaciones asesinas de su pueblo, los Drukhari formaron los Hekatarii, más conocidos como Cultos de Brujas. Cada Culto de Brujas es una organización de miles de gladiadores que celebran espectáculos de brutalidad increíble con regularidad, no solo para educar a las masas sino también para alimentarlas literalmente. La magnitud de las masacres que organizan estos ejércitos de guerreros atletas hace que el público abandone la arena con el reluciente aspecto de un depredador satisfecho. Así se evita que la población se suma en la anarquía absoluta, al menos en cuanto a los ciudadanos de Commorragh que pueden permitirse asistir a estos espectáculos nocturnos.
Cónclaves de Hemónculos
"¿Un puñal en el pecho? Qué vulgar. Dejamos atrás conceptos tan básicos hace mucho tiempo, querido corazón. Permíteme presentarte una muerte mucho más interesante...".
Hemogarca Vanthis, Necromaestro del Credo Oscuro
Los Hemónculos son expertos en modificar cuerpos, destilar drogas y preparar elixires de belleza, pero la verdadera fuente de su poder es otra. Todo miembro de la sociedad de Commorragh acaba por acudir a estos maestros de la carne, tanto viva como muerta. Las mentes afines forman Cónclaves y cada Cónclave ocupa una serie de celdas y laboratorios en pleno centro de Commorragh. Es aquí donde diabólicas figuras cortan y mezclan la carne de cuantos caen en sus garras, deleitándose con su dolor como un sibarita con la comida.
Para los Hemónculos, visitar la realidad no es un acto de guerra, sino una oportunidad de demostrar sus talentos. Los miembros de un Cónclave compiten para crear las aberraciones más agradablemente espantosas durante los preparativos, desatándolas contra sus enemigos y observando atentamente los detalles. Esta competición es una gran fuente de inspiración para los Hemónculos, que no dudarán en elogiar las creaciones de sus rivales si logran alguna atrocidad especialmente espectacular.
Talento para el asesinato
Generación tras generación de conflicto han hecho que los Drukhari estén más adaptados al combate que el resto de los Aeldari, pero como consecuencia la aptitud psíquica innata de sus antepasados se ha atrofiado. Canalizar las energías de la disformidad en la Ciudad Siniestra acarrearía una calamidad al llamar la atención del dios del Caos Slaanesh, a quien los Aeldari llaman temerosos "la Sedienta". Por lo tanto, el uso de poderes psíquicos es una de las pocas cosas prohibidas en Commorragh.
A pesar de eso, los guerreros de Commorragh conocen todas las formas de matar al sinfín de criaturas de la galaxia y se deleitan perfeccionando todas las que pueden.
Pronto lo probarás en tus carnes, mon-keigh.
“Los piratas Aeldari, creados en los pozos más oscuros el universo, son una plaga para todas las razas de la galaxia. Durante incontables milenios nos han acechado, surgiendo de entre las sombras en incursiones llenas de terror y violencia en las que masacran o capturan a todos los que se encuentran. Son malvados e inhumanos, de eso no cabe duda”.
Alto Señor Khouron, Comandante imperial de Astherax